Ocho años atrás, María Laura Toledo de Dip se mudó a su nueva casa. El amor por su calle le duró cinco años, porque desde hace tres vive con las puertas cerradas. No sale ni a la vereda. No le gusta sentir el olor a excremento humano. No le gusta ver cómo el agua servida se estanca en los agujeros del pavimento. Y no le gusta que ese líquido salpique su terreno. “Mis hijas viven encerradas. No salen ni a andar en bicicleta. Tengo un foco infeccioso en la puerta. Esta ciudad es una cloaca a cielo abierto”, dice.
María Laura vive en la calle Paraguay al 500, en Yerba Buena. Ayer y el lunes, LA GACETA publicó una serie de artículos sobre las pérdidas cloacales en ese municipio. En las notas, otros vecinos también se quejaban de la problemática. Hasta ahora, se mencionaron varias causas.
Según la Municipalidad, el sistema de desagüe no da abasto, debido a que la ciudad ha crecido a un ritmo vertiginoso. Para la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT), una de las razones radica en el mal uso que le dan los usuarios a los conductos. Y de acuerdo a Franklin Adler, ingeniero especialista en Hidráulica, hay una mala construcción de redes.
“Las pérdidas se están generalizando en toda la provincia, y son más frecuentes en las zonas donde se hicieron cloacas nuevas que donde hay redes viejas”, dice Adler.
- ¿Le parece razonable que las cloacas se saturen debido al mal uso?
- Las justificaciones de la SAT no tienen asidero. Si bien es cierto que en algunos casos la gente arroja elementos sólidos, esa no puede ser la causa principal de la obstrucción. Si fuera cierto, las cloacas de la capital, construidas con excelente calidad hace un siglo, ya habrían colapsado debido a la desidia de los usuarios. En realidad, lo que está pasando en Yerba Buena es que fueron previstas para una población mucho menor y que la calidad de su ejecución es pésima.
- ¿Por qué hay tantas pérdidas en las calles?
- La cloacas que se hacían antes, con cañerías rígidas, pueden tener fracturas, desgastes y poca capacidad para conducir líquidos. Por ello, colapsan. Pero después de 100 años. Las obras nuevas fueron cimentadas por empresas constructoras, en el mejor de los casos, o por cooperativas de trabajo de gente desocupada, a la que capacitaron para esas tareas. En ambas situaciones, la ejecución fue calamitosa, sin respeto por las mínimas reglas del arte de construcción de las cloacas.
- ¿Cuáles son esas reglas? ¿Por qué sostiene usted que las cloacas de Yerba Buena están mal hechas?
- Las cañerías se colocaron sin respetar estrictamente las pendientes necesarias para que escurran los líquidos. Además, no se compactaron las bases de apoyo, por lo que los caños se ondulan. Las cámaras de inspección fueron una ruina desde el inicio, porque dejaron escombros en el interior. Hay caños que no empalman con otros, y varios vicios más.
- A su juicio, ¿cómo se soluciona esta situación?
- Lo mal hecho es insanable, porque no se les puede cortar el servicio a los usuarios que ya se han conectado. La única respuesta tiene un costo enorme. Y ningún gobierno querrá invertir en rehacer, en vez de hacer obras nuevas. Ojalá los políticos aprendan de una buena vez que, en materia de obras públicas, no se trata de hacer, sino de hacer bien, para que sean eficaces y duraderas.
Por último, el ingeniero dice que observa una obsesión en los políticos por extender la red cloacal, y que eso ha provocado que muchas se realicen sin cumplir con las reglas. “Cloacas y pavimento fueron los paradigmas de este gobierno. Pero como diría Discépolo, ahora estamos en un mismo lodo, todos manoseados”, concluye.